El peor de los infiernos.
Entre todos los pecados capitales, uno quizá sea el peor: El de la envidia, un pecado sin ganancia: el lujurioso consuma su estado libidinógeno de alguna manera, el avaro custodia sus ganancias con fervor, quien padece de gula, la busca saciar de manera interminable...El envidioso con frecuencia, se reseca en su propio martirio.
Un sub- derivado de este pecadillo quizá sea asimismo el de la venganza.
Buscar y no lograr en ocasiones lo inalcanzable deriva muchas veces en frustración y tras ella, se sucede el mezquino ánimo del desquite.
Porque para ser bueno se requiere de un verdadero esfuerzo, de un compromiso en ocasiones estrechamente ligado a la virtud, a la consabida renunciación...a la auto contención, sólo que a un costo muy elevado...
Como dijo Nietzsche : " El valor de una cosa a veces no radica en lo que se logra con ella, sino en lo que se paga por ella, es decir, lo que cuesta".
Por otro lado, para cometer un acto de venganza no hace falta más que el deseo de hacer daño. En consecuencia, la venganza-como justa derivación de todo pecado- es un placer.
Envidia y venganza, motivos permanentemente ocultos entre los políticos y sus intrigas, moneda corriente entre los corredores y pasillos del poder, evidentes muestras de persuasión latente entre quienes mueven los hilos del poder, lo tengan o lo busquen.
Dentro de la saga Harumm Scarumm, al igual que en la vida real, la dinámica del poder con base en estos elementos no podía presentarse de otra manera.
Ahí, el juego cortesano de aniquilar con una sonrisa, de mentir a ultranza hasta conseguir lo anhelado, llegando incluso al extremo de despedazar al rival con el propósito de lograrlo, es demasiado parecido a nuestra realidad.
Sobra decir que la política se nutre -en ambos mundos -de la mismas sustancias.
El sacerdote católico August Clayton, confesor de buenos y malos, de hombre próbos y de recalcitrantes envidiosos, conoce a uno de los peores embusteros del universo de Harlem - Roul Roullie- y cae en el juego del poder de uno de los harlemitas más viles: Dakota Slim, un político sin escrúpulos y dueño de funerarias quien nunca ha vacilado en fomentar el crimen entre las calles del guetto, en pos del negocio...
Esta historia -junto con algunos de los resortes de este choro- salió ya a la luz entre las páginas del Chamuco en su edición número 178.
En ella, el reverendo Clayton, obligado a abrir los ojos por el titán de Harlem, al final descubre algo que quizá como hombre religioso ya intuía: El reino de Hades no se encuentra muy alejado de la realidad...
El y sus feligreses, él y todos los inquilinos de Scarumm al ser inoculados con el aguijón de la frustración, de la envidia por conseguirlo todo a toda costa, del anhelo del desquite, están más cerca del infierno de lo que parece...
¡Ay,nanita!