martes, 25 de noviembre de 2008

La exaltación de mis hormonas
o Rorschach está equivocado...
(primera parte)

Por un lado, suele decirse con demasiada frecuencia que el hombre lleva el sexo siempre “aquí”, y tal afirmación se refuerza- por lo general - sosteniendo el dedo índice en la frente.
Quien lo asegura, bien podría a continuación sostener que ese espacio puede estar igualmente lleno de virutas de madera.
Sin duda.
Y aunque no se trata de confundir las neuronas con las consabidas hormonas, el sexo tiene- por costumbre- la rara virtud de anidarse preferentemente en nuestra corteza cerebral.
La sexualidad pues, vaya descubrimiento, se nos ha subido a la caja ósea.
Y es que como una sencilla muestra del enorme poder imaginativo de nuestra especie, la mayor parte del tiempo nos lo pasamos jugando y fantaseando sexualmente - sin que esto tenga nada que ver, desde luego, con el instinto sexual.
Quienes saben del tema aseguran que es en ese momento cuando dicho impulso se convierte, por sí mismo, en un acto enormemente creativo. Por lo mismo, tal estado libidinógeno creador es mayor, más activo y mucho más rico y fértil - en términos imaginativos, claro - en el hombre que en la mujer.
De ahí que la manera de nutrir de erotismo la actividad hormonal sea más fuerte y casi exclusiva de los hombres.
Y aunque en este primer post no se trata de entender como nos las arreglamos unos y otras con el sexo y las hormonas, dichas diferencias influyen sobremanera en la relación del hombre con la mujer, con el arte erótico y desde luego, con la pornografía.
No de balde las obras pictórico-eróticas más grandiosas de todos los tiempos , cuyo tema principal ha sido la figura femenina- , han sido realizadas por pintores del género masculino.
Y por otro lado, el Test de Roschach es una de la pruebas psicológicas más famosas y su creador fue un siquiatra suizo, un tal Hermann Roschach. Esta prueba es un test proyectivo de la personalidad y consta de 1o láminas con manchas de tinta negra sobre un fondo blanco.
Los dibujos tienen una apariencia vaga y el analizado o el paciente debe interpretar y describir lo que está viendo.
Hay quienes creen ver animales en esos dibujos ( algunos aseguran haber visto a dos elefantes copulando, neta), paisajes, seres inanimados o todo lo que se les venga en gana...ya que hay un sinfín de opciones y respuestas. Pero todas ellas dependen y responden exclusivamente a la percepción personal del evaluado, a final de cuentas , un ser único y distinto entre todos los demás por su historia, su educación y su formación.
Así las cosas, ¿Qué tendría que ver toooodo este rollo con los cómics?
Sigan leyendo.
Un buen día, se me ocurrió hacer una historia donde la premisa central fuera una personaja que encarnara algunas de las desdichas de nuestro sufrido género masculino.
Se trataba de ejemplificar mediante la ficción del comic, el arrobamiento y la perplejidad- aunados a una buena dosis de frustración- que produce en ocasiones ver ejemplares femeninos portentosos deambulando por la calle sobre un par de filosos tacones, y de como algunos, de entre la gran manada, se dejan sabotear por su timidez natural, por un equivocado sentimiento de rechazo anticipado, al no esperar de ellas la mínima mirada.
Que digo mirada, ni siquiera una diminuta señal de que existen en su entorno.
Aunque no suele ser mi caso -he de confesarlo- la mayoría de los hombres se ponen nerviosos, temblorosos y babosos ante tales monumentos, porque- supongo - han ubicado a la mujer en un punto más allá de la deidad, como proveniente de alguna región de las inhabitadas Pléyades.
Y nada, que son tan iguales como nosotros y tan humanas, porque también les huele la boca por las mañanas.
Al pan, pan....
Y aunque dejaremos las cuestiones fisiológicas por un lado unos momentos, la verdad es que , en el fondo, sí existe una auténtica y mundana admiración generalizada por su género, para que negarlo.
Esto es, irremediablemente nos cautivan y no podríamos explicarnos sin su existencia, pero hasta ahí.
Así que al empezar a escribir esa historia se me ocurrió, ¿ qué pasaría si llevara esos sentimientos y esas sensaciones de autoinflingida inferioridad masculina a un punto límite?
Mmm...
Ahí nació el personaje de Angela Bustos.
La anti-heroína es una detective cashonde, chipocluda, hermosa, mesmerizante, sensual, inteligente, con muy buenas carnes, con un oscuro pasado en el negocio nocturno del tubo y- al mismo tiempo- con un poder sobrenatural para idiotizar y embrutecer a quien la mire, y con sólo desearlo.
El asunto de esta su más notoria cualidad llegó más lejos.
Si alguien osa tocarla -sin su permiso- el o la infeliz mortal, pierde en ese momento la memoria de manera temporal ( mucho ojo con este detalle) y en algunos casos, de manera permanente, según el alcance de sus falanges.
Si creen que poseer de manera ficticia este don es exagerado, escarben un poco entre sus curiosidades humanas y comprobarán que en verdad existen mujeres así, verdaderos seres cuasi ángelicos que en ocasiones nos derriten el seso, nos vuelven desmemoriados, discapacitados funcionales -dignos del Teletón-y a veces, damnificados del amorsh...
De ahí que el título fuera El Cuerpo del Delito y las aventuras que documenta están inspiradas en un personaje de la vida real.
Aunque su nombre verdadero no es el de Angela, la fuente de mi inspiración fue mi compañera en la preparatoria y como es de suponerse, sobradamente hace un merecido honor a su apellido...
Como contrapeso argumental de la trama ( por eso aparece casi siempre a la derecha ) tomé prestado a un villano de la saga de Harumm Scarumm- el infame Klak-Klak u oficial Ponzoña- y movidos por el célebre tango de Gardel, se la propusimos a los editores de El Chamuco y como tal apareció en su edición No. 148 de este año.
¿Resultado y opinión de los lectores?
A todo mundo le encantó el desenlace...sobre todo a la Angela Bustos de carne y hueso...
Pinchad y se os ampliarán.



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